Sofía está de viaje con su familia. Sofía y su prima van a curiosear por la zona rosa y en la estación se encuentran con un muchacho de muy bien parecer, el muchacho también va a la zona rosa así que las acompaña.
—¿Y cómo te llamas? — preguntó Sofía un poco tímida.
—Oh, me llamo David, ¿y tú? — le contestó David.
—Sofía—
El camino fue rápido y los tres chicos se divirtieron toda la tarde por la zona rosa, mientras la prima de Sofía socializaba con sus amigos, ella y David platicaban y se conocían un poco más.
—¿Y por dónde vives? — preguntó David para intentar romper el hielo.
—Oh, bueno… vivo en Tijuana, B. C., pero estoy de vacaciones por aquí, es algo lejos —
—Vaya… sí que es algo lejos… y bueno, realmente estaremos más lejos terminando las vacaciones — contestó David un poco triste.
—¿A qué te refieres? — le preguntó algo incrédula Sofía.
—Después de vacaciones me mudo a Mérida, estaríamos algo así como de orilla a orilla, y a mí no me gustaría dejar esto como “una aventura de vacaciones” —
—Bueno… —
Sofía no había pensado que eso sólo sería algo de vacaciones, David le había agradado mucho, mucho…
Sofía se quedó callada un momento pensando y David la interrumpió.
—¿Me pasas tu teléfono?, tenemos que seguir hablándonos, mañana quiero invitarte a comer a un restaurant muy bueno. —
Y así quedó la cosa. David y Sofía se siguieron viendo el resto de las vacaciones, pronto comenzaron una relación y cuando se habían terminado las vacaciones Sofía había pensado en terminarla porque la distancia era mucha pero David le había insistido que no se preocupara, que ellos se seguirían hablando y mandando mensajes como siempre, que a pesar de todo, ellos estarían juntos porque sentían amor, amor puro, y el amor puro puede contra todo, puede contra el tiempo, la distancia y las suegras.
Sofía volvió a Tijuana y David se mudó a Mérida, la distancia era mucha pero hablaban todos, todos los días, se quedaban hasta altas horas de la noche, y después que los regañaran y colgaran, seguían enviándose mensajes de texto, se enviaban fotos diciéndose lo mucho que se querían, se enviaban regalos por correo y tenían planes de verse algún día, preferentemente en las vacaciones de invierno; acordaban puntos medios, sitios donde se podrían encontrar, lugares a donde se podrían escapar, decían que se verían en el D. F., otras veces David decía que iría hasta Tijuana para ver a su amada Sofía.
Sofía era muy bonita y con un lindo y largo cabello color chocolate, ojos color chocolate y era un poco bajita y menuda, pero muy tierna; David era alto con un cabello corto color castaño oscuro, ojos color miel y una sonrisa Colgate, un muchacho de muy buen parecer.
Pasaban los días y mientras Sofía se enamoraba cada día más de David, éste le llamaba cada vez menos y le contestaba muy tarde los mensajes. Sofía pensaba que quizá tendría una mala racha en la escuela y estaría dedicado a estudiar todo lo que pudiera para no reprobar y cumplir las vacaciones que tanto habían soñado juntos.
Había pasado una semana y a Sofía le había llegado un paquete de David, era un lindo collar y una foto de él con un cartel diciendo “Lo Siento”, Sofía sabía que se disculpaba por la poca atención que le estaba dando, pero el esfuerzo y la dedicación del regalo lo había compensado todo.
Sofía estaba convencida de que esta sería la ocasión especial… convenció a su madre de ir en vacaciones a Mérida, hizo todo lo que pudo, prometió que lo compensaría con cualquier cosa, rogó, se arrastró, imploró hasta que pudo convencer a su madre de ir a Mérida por las vacaciones; el precio, que ella usara todos sus ahorros para el viaje y su madre pondría lo demás.
Sofía y su madre vivían solas, su padre se había divorciado de su madre hace algunos ayeres. Su padre tenía un buen trabajo y le daban un buen monto al mes a Sofía, su madre también tenía un buen trabajo y no eran del todo “clase media” pero tenían que pagar un precio por sus “caprichos”, así que un viaje a Mérida no era tanto sacrificio para su madre, pero Sofía tenía que aprender a luchar por lo que quería.
Sofía estaba preparando la sorpresa para David, no le había mencionado nada del viaje para sorprenderlo, para devolverle el regalo que le dio, pero un regalo potenciado.
Pronto se llegaron las vacaciones de diciembre y como David no había podido arreglar un viaje a Tijuana o mínimo al D.F, se había quedado en Mérida a pasar las vacaciones.
Sofía estaba llegando al hotel cuando le dijo a su madre que se daría una vuelta por la ciudad, que no tardaría mucho.
Cuando Sofía llegó al centro de la ciudad decidió que era tiempo de darle la sorpresa a David y le marcó… espero unos cuantos timbres y David por fin contestó.
—Sofía, ¿qué pasa? — le contestó no muy emocionado.
—¡David!, ¡te tengo una gran sorpresa! — a Sofía le brotaba la emoción y el entusiasmo hasta por las orejas.
—¿Ah sí?, ¿qué clase de sorpresa? — le preguntó David.
—¡Estoy en Mérida! — casi gritó Sofía al teléfono.
David no respondió, y Sofía pensó que a lo mejor había sido una emoción muy fuerte y una gran sorpresa que lo había dejado sin palabras.
— Bueno… ¿y qué plan tenemos?, ¿a dónde vamos?... estoy por aquí en el cen… — Sofía no terminó cuando David la interrumpió.
—No puedo — le soltó David en seco.
—¿Cómo que no puedes?, ¿tienes algo que hacer? — le preguntó Sofía algo desilusionada.
—No… bueno, sí… lo que pasa es que… ya tengo planes con mi novia —
Dicho eso David colgó el teléfono y Sofía se quedó con cara de estupefacción.
Regresó al hotel aun no creyéndose lo que David le había dicho y su madre le preguntó que qué ocurría pero esta sólo se encerró en su habitación y ahí pasó el resto de la tarde y toda la noche.
Cuando despertó, Sofía estaba asimilando los hechos de la tarde pasada. Sofía llegó a la conclusión de que toda la culpa la había tenido ella, porque no había sido lo suficientemente interesante o lo suficientemente buena para David, lo que lo había orillado a buscarse otra chica. Se estuvo buena parte de la mañana tratando de pensar una manera para recuperarlo, tratando de pensar una manera para que no la dejara, para tener otra oportunidad con él y esta vez no desperdiciarla, y esta vez contestarle más rápido o no llamarlo todo el día, hacer todo lo posible para visitarlo más seguido, hacer todo lo posible para que él no la dejara. Ella lo amaba y haría todo lo que estuviera en sus manos para recuperarlo.
Esa tarde salió hacía el centro y no sabía muy bien qué hacer, pero haría lo posible para encontrar a David ya que él no le contestaba ni las llamadas ni los mensajes, tal vez no tenía saldo y por eso no podía atender, pero ella sabía que en cuanto lo viera, haría todo lo posible por recuperarlo, por volver a estar con él, si es que se podría decir así.
Caminó unos momentos por el centro hasta que vio en una parada lejana a un muchacho muy parecido a David, se acercó y notó que era él.
—¡David! — gritó Sofía.
David no dijo nada, sólo se quedó parado muy serio mientras esperaba el bus.
—¡David!, estoy aquí por ti — dijo Sofía algo agitada por la carrera que había echado.
—Sofía… tengo novia… ya no puedo seguir contigo… — dijo David muy serio.
—Pero… ella no te ama como yo te amo — las lágrimas querían brotar de los ojos de Sofía y su rostro se había encendido, pero estaba decidida a no perder a David.
—Sofía… — alcanzó a decir David.
Como en toda parada de bus, había unos mapas de la república y otros de la ciudad. Sofía se acercó a uno de ellos y comenzó a señalar algo y a rayar un mapa de la república con un rotulador rojo.
—Tú y yo debemos de estar juntos… por algo nos conocimos. Además, no estamos tan lejos, no es tanta distancia, mi ciudad… tú ciudad… podemos contra eso… esto es sólo una de las tantas dificultades que enfrentaremos — decía Sofía.
Pero en cuanto Sofía se volteó para ver lo que David tenía que decir, pero en cuanto volteó, notó que ya no estaba… no sabía cuándo o en qué punto de su conversación lo había hecho, pero sabía que se había marchado, Sofía sabía que no se lo había imaginado para nada, pero ahora se encontraba ahí, con un mapa rayado y en una parada de autobús vacía. Sofía rompió a llorar mientras se sentaba en la banca, todos sus esfuerzos habían sido en vano y había gastado sus ahorros en unas vacaciones que habían resultado desastrosas. Sofía pudo notar una pulsera en la banca con un pequeño mensajito que decía “Lo siento”, fue ahí cuando Sofía se dio cuenta que eso se había terminado mucho antes de empezar.
Que el amor no lo puede todo, o que quizá a ella no le había tocado vivir el amor. Que en los mapas la distancia parece poca, pero en la vida real es demasiada y un gran impedimento. Que había desperdiciado tiempo y dinero valioso todo por creer en los estúpidos mapas.